Cueva, cima, centro

Hemos olvidado cómo mirar, no reconocemos el sonido de la tierra, nos hemos quedado sin gusto, sin olfato y desprestigiado el poder háptico… pero, sobre todo, hemos perdido el sentido de nuestro existir. ¿Cómo nos situamos ante la tierra que habitamos? ¿Somos turistas o peregrinos?

Esta serie trata de aproximarse a la búsqueda de un despertar de nuestro propio ser, cada vez más permeable a una mayor conciencia, que nos ayude a resituarnos y reconectar con lo que somos. ¿Es el silencio la herramienta principal para alcanzar ese despertar? ¿puede ser el silencio un vector de cambio?

Somos y habitamos sagradamente, desde el momento que el Templo (Templum proviene de la raíz griega Tem, que significa lo cortado, lo demarcado) se constituyó en el arquetipo original de lo que hoy llamamos ciudad. Aquel primer claro en el bosque, edificado por nuestra urgencia de contactar a Dios. Urgencia de contactar-nos. La ciudad no es otra cosa que el testimonio de nuestra expedición hacía el espíritu, a través del laberinto de la abstracción, de la mente, de la historia, del Tiempo.

Es preciso dotarse de «templos de silencio» en la ciudad, abiertos, interreligiosos, espacios que nos inviten a un caminar contemplativo, al diálogo desde el respeto y a entender la sacralidad de la tierra que habitamos.


We have forgotten how to look, we do not recognize the sound of the earth, we have been left without taste, without smell and we have discredited our haptic power… but, above all, we have lost the meaning of our existence. How do we position ourselves before the land we inhabit? Are we tourists or pilgrims?

This series tries to approach the search for an awakening of our own being, increasingly permeable to greater consciousness, which helps us to reposition ourselves and reconnect with who we are. Is silence the main tool to achieve that awakening? Can silence be a vector of change?

We are and live sacredly, from the moment the Temple (Templum, from the Greek root Tem, which means the cut, the demarcated) became the original archetype of what we call the city today. That first clearing in the forest, built by our urgency to contact God. Urgency to contact us. The city is nothing other than the testimony of our expedition towards the spirit, through the labyrinth of abstraction, of the mind, of history, of Time.

It is necessary to provide «temples of silence» in the city, open, interreligious, spaces that invite us to a contemplative walk, to dialogue out of respect and to understand the sacredness of the land we inhabit.